Son las 5:40 de la mañana y suena el despertador ¿a alguien le suena? El cuerpo me está pidiendo a gritos que me levante, ha llegado el gran día. Desayuno un vaso de leche con copos de avena, una tostada con merlelada y un zumo de naranja. Sobre las 6:30 estamos en el polideportivo municipal de Ayora, ya hay gente en todas las mesas recogiendo sus dorsales. Mateo (compañero del C.C. Castillo de Ayora) me da el mio, dorsal 73. De regreso a por la bicicleta me cruzo con una gran caravana de vehículos, los pelos como escarpias. De nuevo en el polideportivo Jesús López (compañero del C.C. Alcayna Altorreal) me identifica, hablamos sobre la tragedía de nuestro compañero Javier y me da una fotografía con unas bridas para llevarla durante toda la marcha. Se acerca la hora, bajamos hacia la calle de la Marquesa y nos metemos entre el grueso del pelotón por la calle Santa Bárbara, la imagen habla por si sola.
Como corredor local me ofrecen un puesto en el arco de salida pero llevo mi GoPro en la cabeza y quiero grabar la salida con ciclistas delante. También pienso que los que tengo delante no me tendrán que adelantar. A las 8:09 la organización pide un minuto de silencio que se cumple de forma ejemplar en recuerdo por los ciclistas fallecidos en la carretera, haciendo mención especial en Juan Claramunt Sanchís del C.C. Puçol fallecido el pasado mes de diciembre, y en Antonio Javier García Flores del C.C. Alcayna Altorreal, fallecido sólo 4 días antes de la marcha. Minutos después se inicia la marcha, se palpan los nervios, casi un millar de ciclistas bajan calle abajo con la esperanza de cumplir su propios objetivos, sus metas personales.
A los pocos metros veo a Amparo (mi suegra) con mis hijos Patricia y Guillermo que se han pegado el madrugón para ver a su papi, rejuvenecedor, inolvidable. Hacia la salida del pueblo escucho a algunos compañeros –Ánimo Emiliooo!– Son palabras sinceras que agradezco, pero que traduzco simultaneamente en –Mucha suerte! La vas a necesitar! 😉
Lo que viene a continuación es sólo una jornada más, cada ciclista ha tenido la suya, con sus alegrías y sus desdichas: pájaras, pinchazos, caídas y abandonos. Puedo sentirme afortunado de decir –Misión cumplida!, he tenido el privilegio de participar y completar la Marcha Cicloturista del Valle de Ayora Cofrentes, la Ruta de los Castillos. Estoy satisfecho por haber finalizado (ese era el reto) pero no puedo estarlo enteramente porque de no ser por mis errores, me habría divertido más (que es de lo que se trata). A pesar de haber leído ya suficiente sobre alimentación en el deporte y sobre aquello de encontrar tu propio ritmo, en este deporte como en la vida misma, parece que uno no aprende si no es de sus propios errores.
Primer error: la elección de los nutrientes
El pasado 9 de abril completé el trazado en solitario, me llevó un total de 6:40 min. así que pensé que el día de la marcha podría alimentarme del mismo modo, tirando de barritas, un par de bidones con complementos y de un sorbo de gel si me veía apurado en algún puerto, pero el ritmo en las marchas es siempre superior y la demanda energética también lo es. Tendría que haber llevado un mínimo de dos geles, uno para el puerto intermedio y otro para el final.
Segundo error: no alimentarse con frecuencia
A las 10:23 estaba en el primer avituallamiento, unas 2 horas después de la salida y con una velocidad media de 28km (unos 24 minutos antes que mi última salida en solitario) –fenomenal pensé. Pero había estado tan preocupado de no perder el ritmo de los grupos entre los que me encontraba –y me encontraba tan bien– que sólo le dí un pequeño un bocado a una barrita de 80 gramos a mitad de camino. Y en este primer avituallamiento tan sólo bebí un vaso de cola y otro de sales minerales, estaba sediento y los sólidos no me entraban por los ojos. Repuse mi bidón e intenté rodar junto a Pascual Torrella (un compañero de C.C. Castillo de Ayora) pero me fue imposible, se marchaba a velocidad de crucero tirando de su pelotón mientras yo me descolgaba en un llano con una ligera pendiente —el agotamiento empezaba a ser notable. No sólo no me alimenté de forma adecuada, tampoco supe escuchar a mi cuerpo, porque continué sin alimentarme hasta que apareció el tío del mazo, pero no vino sólo.
El pinchazo
A las 11:27 me detuve en la fuente de Jalance, necesitaba reponer líquidos y estirar las piernas, el cuadriceps de la pierna izquierda me daba calambres cada vez que lo forzaba en alguna pendiente. También necesitaba comer pero debe ser que el cerebro andaba ya falto de exígeno porque no lo hice. Me subí a la bicicleta para continuar, pero heme aquí que noté algo extraño en la rueda delantera…, había pinchado (también físicamente pero no era consciente de ello).
No he sufrido ningún pinchazo en mi corta historia sobre las dos ruedas de carretera, y tenía que estrenarme en un día importante…? Que duro fué escuchar pasar las ruedas de otros ciclistas mientras yo reparaba la mía. Pero no faltaron palabras de ánimo y de gente que me preguntó si necesitaba algo; también mi compañero Jesús López se ofreció a ayudarme cuando me reconoció al pasar, pero quise solucionarlo sólo y le animé a continuar. Pero sobre todo, no olvidaré cuando reanudé la marcha y antes de dar la segunda pedalada una mano amiga me dío un ligero empujón para continuar. Amigo cliclista, si me lees, gracias!
El tío del mazo
Diez minutos se fueron entre los estiramientos y el pinchazo, pero nada comparado con lo que me esperaba poco después. Sobre las 11:53, unos 110 kilómetros y 3:38 horas después de la salida, con menos de 30 gramos de sólido en el cuerpo, 86 kilos de peso, y a punto de coronar la primera parte del puerto entre Jalance y Jarafuel… mi cuerpo dijo basta. No tenía fuerza para dar una sola pedalada más. Baje de la bicicleta y anduve unos 30 pasos con la esperanza de recuperarme.
El que ha sufrido algo así sabe lo que se le pasa a uno por la cabeza, y no hacía ni 15 minutos que había pinchado —abandono, estoy acabado ¿tendré fuerzas para regresar a casa? esto no me lo esperaba–. Hasta pasó Pedro López, un voluntario de Ayora con su coche de apoyo, pero no se me pasó por la cabeza pedirle que me recogiera. No sabía si podría terminar pero a casa sobre las dos ruedas –¿y si uso el gel? No! Lo necesito para subir el ultimo puerto!– Afortunadamente me repuse ligeramente mientras andaba, lo suficiente para coronar y continuar. Y por fin saqué la barrita energética consciente de que había cometido un tremendo error al no alimentarme. Que ignorancia la mía pensar que llevaba combustible para toda la marcha. Continué a ritmo aeróbico hasta el segundo avituallamiento y me condecí el tiempo suficiente (más de 12 minutos) para comer algo de fruta, estirar y valorar mis posibilidades.
Lo que sigue a continuación ya no tiene mayor importancia. La grata sorpresa de ver a gente conocida saltando y gritando para darme ánimos al bajar la cañada de Jarafuel. El silencio de los compañeros cuando iniciabamos el ascenso del último puerto (como corderos al matadero). Y por fin la llegada a la meta, refugiado entre los miembros del Club Mountain Bike RustikBike que encontré al cruzar Teresa de Cofrentes. Que llegaran juntos demuestra que son un grupo unido y con un planteamiento muy acertado. También están ahí mis suegros con mis hijos, llevan dos horas viendo corredores cruzar la meta hasta que por fín llego yo, me siento culpable, que plantón.
Ha sido mi reto personal para este año y está cumplido, pero nada ha salido como esperaba, sobre todo después de la pérdida de Javier tan sólo unos días atrás, algo inesperado que no olvidaré jamás ¡cuantos kilómetros de felicidad te han robado!
Para la organización de la marcha sólo tengo elogios, mis más sinceras felicitaciones en todos los aspectos. Y sobre todo mi más profundo agradecimiento para todos los voluntarios sin cuya colaboración no habria sido posible realizar un evento de estas dimensiones, se nota que todo el valle está volcado con la marcha.
Sobre la cámara on board no negaré que me siento bastante ridículo con ella, además, al acabar tan descolgado no pude grabar nada interesante más allá del primer avituallameinto, pero escribiendo esta crónica me siento afortunado de poder regresar por mis pasos y revivir muchos de esos momentos. A lo largo de esta semana espero tener un video resumen, donde lo más interesante es sin lugar a dudas la salida.