Crónica de la V Marcha Cicloturista Ruta de los Castillos

Y llegó el gran día! Llegó la fiesta de la bicicleta a la comarca del Valle de Ayora Cofrentes con la celebración de la V Marcha Cicloturista Ruta de los Castillos. Todos los nervios que parecían aflorar días atrás, se convertían en mariposas en el estómago la tarde anterior. Sentía que las piernas me pedían pedalear y una felicidad creciente, que vio su punto más álgido durante el transcurso de los primeros kilómetros de la marcha.

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El ritmo del pelotón de cabeza compuesto por unos 300 ciclistas era bastante moderado e incluso retenido en algunos estrechamientos como en el puente de la Vega de Ayora (la imagen del paso de la marcha en ese punto era espectacular). Durante esa primera etapa, tuve sensaciones muy bonitas, por primera vez me sentía parte de un pelotón ciclista y la cabeza era visible a unos 100 metros delante de mi en todas las curvas y cambios de rasante; podríamos decir que no iba sentado en mi bicicleta, iba en una nube…

A partir de Jarafuel comenzaron las hostilidades, los primeros arreones, y en unos minutos estábamos cruzando Jalance camino del primer puerto o encerrona, como cariñosamente lo calificó mi compañero Juan Pedro del Alcayna Altorreal mientras coronábamos el primer tercio del Campichuelillo. Y una vez completado, de nuevo descenso vertiginoso hacia el Balneario de Cofrentes donde hice mi primera parada en el avituallamiento. Cualquiera que haya hecho la marcha coincidirá conmigo en que la variedad de alimentos y su presentación era excelente; todo entraba por los ojos, pero había que elegir con cuidado.

De nuevo en marcha hacia Casas del Río a por el segundo puerto, que por sus características (y las mías) es uno de mis favoritos. Es largo, tendido y permite mantener un buen ritmo de subida, pero la idea de que es más asequible puede vaciarte con su distancia si no te administras. Y una vez coronado, descenso por la conocida chirrichana hacia Cofrentes y Jalance para afrontar el tercer puerto.

Cuando acabas el ascenso al Moragete ya sabes perfectamente si te has administrado bien o si vas a tener problemas para llegar. En mi caso me sentía bien de fuerzas pero por primera vez desde que soy aficionado empezaba a sentir calambres encima de la bicicleta. Así que aproveche la parada en el segundo avituallamiento para beber algo de isotónica y darle un pequeño descanso a las piernas.

El siguiente tramo hasta Jarafuel puede ser una auténtica travesía por el desierto si no tienes la suerte de formar parte de algún pequeño pelotón. Es una zona con muchos repechos y en algunos tramos el viento era frontal. De pronto me encontré casi como el año pasado, pero ofrecí alternar rueda con un compañero de marcha y juntos solventamos una situación que podría habernos hecho mucho más daño. Intentamos recoger a algún que otro desperdigado y llegamos a ser tres compañeros con los relevos.

El paso por Jarafuel hacia el último puerto ha cambiado y tengo que reconocer que fue una agradable sorpresa, porque transcurre por un camino que se va estrechando y termina en un repecho curvado con un ribazo a la izquierda (muro de piedra para los de fuera) sobre el que se sitúa la gente animando. Me recordó mucho a un tramo del Tour de Flandes, fue breve pero emocionante “acelera que te quedas” –gritaba uno de los asistentes, y menos mal que avisó. Ya sólo quedaba la parte final, las Cuestas de Bayart (I love Bayart).

El último puerto fue toda una prueba de fortaleza física y mental (para mi y para todos). No me encontraba agotado, pero jamás había sentido tanto dolor en las piernas, y era difícil que ese dolor no hiciera mella en el ánimo. Pero la organización nos tenía reservada una sorpresa en el último puerto, desde lo alto de Bayart resonaban los tambores de los Sayones de Ayora. El sonido llegaba tan claro a la base del puerto, que hacía sentir que la cumbre no estaba tan lejos. Recuerdo incluso haber jugado con la cadencia de la bicicleta y el ritmo de sus tambores (invitaba a ello). El no va más fue cuando llegué su altura, no recuerdo haber pedaleado desde el vértice geodésico en el que se encontraban hasta la cima, solo recuerdo que ya no me dolía nada, el paso por meta era ya una realidad al alcance de la mano.

© Ramón el de Ayora

© Ramón el de Ayora

En el tercer avituallamiento ya me permití el lujo de comerme un pastel de chocolate y beber algo de cola. Sólo quedaba dejarse caer hasta Teresa, coger una buena rueda y culminar. En las últimas curvas llegamos a formar un pelotón importante de unos 30 compañeros. El ambiente era totalmente festivo, se sucedían las bromas y las palabras de ánimo al tiempo que se producía un último sprint producto de la emoción y el deseo de terminar. Una parte de mi quería mantenerse en aquel grupo y rascar algunos puestos, pero mi intención era otra. Al igual que el año pasado, esperaba ver a mis hijos a la entrada del pueblo para verme pasar, y me coloqué al final del pelotón para apartarme hacia la izquierda y darles un beso sin provocar ningún incidente. Finalmente los encontré muy cerca del arco de meta, levanté los brazos, les lancé un beso, sonreí y disfrute cada segundo posterior.

En este momento flotan sobre mi cabeza innumerables recuerdos y sensaciones, pero sobre todo la satisfacción de haberme mantenido fiel a mi planteamiento: parar en cada avituallamiento, confraternizar con cualquier compañero que tuviera a mi lado, dar ánimos a cualquiera que lo necesitara (incluso a algunos voluntarios), informar de la dureza de los siguientes kilómetros, levantar la cabeza y disfrutar del paisaje (tremenda la imagen de la cañada de Jarafuel que en esta época está en todo es esplendor, es una imagen que alimenta).

En lo físico estoy más que satisfecho, pues he conseguido el objetivo principal de completar la marcha y lo que es mejor, siento que hay margen de mejora, pero llegará con el paso del tiempo. En la imagen de la llegada se puede comprobar que sigo bastante fondón, lo que significa que una vez eliminado el lastre, el ritmo de subida en puertos será mucho más alegre.

No me olvido de los compañeros que se iban quedando en la cuneta, pinchazos, reventones, cadenas rotas… todos sabemos lo que significa padecer este tipo de incidencias, os deseo que el recuerdo amargo de un abandono, se convierta en deseos de volver y completarla en años posteriores.

Mención a parte se merecen (y que me perdonen si molesto al citarlos) Francisco Llopis, Vicente Martínez, Manuel Enrique Galiana y muchos otros que completaron el recorrido en torno a las 8 horas, demostrando que son auténticos cicloturistas. Tienen mi más sincera y profunda admiración, y creo que la organización debería reconocer su esfuerzo y tenacidad, porque son parte del pelotón y perseveraron donde otros abandonaron.

Y si hay que resaltar un aspecto negativo de la marcha, es el lamentable estado en el que han quedado las carreteras, plagadas de geles y envoltorios lanzados a la naturaleza por pseudociclistas que no se merecen haber participado. En el momento en el que estaba escribiendo este artículo (13:49 del día después), todavía había voluntarios recogiendo basura. La buena gente de esta comarca les ofreció su hospitalidad y ellos se lo agradecieron ensuciando sus montes… mucho que aprender…

Mi más profundo agradecimiento a todos los voluntarios que hacen posible esta marcha, en especial a los compañeros del Club Ciclista Castillo de Ayora, y a los cientos de personas que han colaborado aportando su tiempo e incluso medios personales, para que los amantes del ciclismo de carretera podamos disfrutar de un día inolvidable.

Felicidades también a la organización que ha afrontado con éxito el reto de organizar esta V edición para la friolera cifra de 1200 participantes. No se qué será más difícil, si haber llegado donde ha llegado, o mantener la calidad de la marcha en años venideros, mucho ánimo. Nos lo habéis hecho pasar tan bien, que no queda más remedio que repetir el año que viene 😉

V Marcha cicloturista La ruta de los Castillos

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El próximo 4 de mayo tendrá lugar en Ayora (Valencia) la celebración de la V Marcha cicloturista Valle de Ayora Cofrentes: La ruta de los Castillos, organizada por el Club Ciclista Castillo de Ayora.

Para el que no la conozca, la Ruta de los Castillos es una de las mejores marchas ciclistas de España, y gracias a su buena fama, se ha ganado un lugar privilegiado en el circuito top 12 de Marchas Ciclistas y la revista Desde la Cuneta junto a otras conocidas como Lagos de Covadonga, Sierras de Moratalla, Miguel Indurain o La Perico Delgado. Una lista de marchas cicloturistas en las que está asegurada la calidad de la marcha, el trato amigable de los organizadores, los recorridos interesantes y el buen rollo, quizás la característica que más nos engancha a los cicloturistas.

En está V edición, desde la organización prometen seguir mejorando y pulir las deficiencias de años anteriores para que podamos disfrutar de una inolvidable jornada de auténtico cicloturismo, por los bellos parajes del Valle de Ayora Cofrentes. Además este año la marcha tiene carácter internacional al ser prueba UCI (Unión Ciclista Internacional) y mantiene el precio del año anterior (circunstancia que todos agradecemos) 25 euros para los federados y 35 euros para los no federados. El plazo de inscripción finaliza el próximo 26 de abril.

Más información

Vídeo de la IV Marcha Cicloturista del Valle de Ayora Cofrentes, la Ruta de los Castillos

Si participaste en la IV edición de la Ruta de los Castillos y te tomaste con calma la salida, puede que te reconozcas. El vídeo muestra algunas estapas de mi crónica personal. Aunque la parte más llamativa, la salida con cientos de corredores, y la más emotiva, con el homenaje a Antonio Javier García Flores y Juan Claramunt Sanchís están al principio, te invito a que lo veas hasta el final. Seguro que te sientes identificado/a con aquella marcha en la que a pesar de las dificultades, sólo recuerdas el buen sabor que dejó al completarla (he tenido que descartar la parte más dura, unos 50 kilómetros en solitario que sólo tienen valor para mi).

Quedada Ruta de los Castillos

Este domingo participé junto a los compañeros del C.C. Castillo de Ayora en una quedada para valorar un posible cambio de trazado en la Marcha Clicloturista de la Ruta de los Castillos. La intención de la organización es la de restar kilometraje a la nacional 330 en los tramos de más tráfico y en su lugar introducir varias cimas: Alcola, de segunda categoría (más duro que la última cima del actual trayecto), el ascenso al Campichuelillo, de cuarta categoría desde Jalance pero con algunas rampas superiores al 18%, y otras cimas menores con fuertes porcentajes al pasar Embarcaderos de Cofrentes y a la altura de La Cabezuela. Finalmente no se completó el 100% del trazado previsto, dejando en el tintero unos 20 km y un ascenso acumulado de unos 350 metros, aún así, es un trazado muy exigente: 131 km. con un ascenso acumulado de 2.349 m.

Para mi fue uno de esos días en los que compruebas que no estás al 100% en las primeras rampas y no queda más remedio que agachar la cabeza y sufrir. El momento más duro fue sin duda el ascenso a Alcola, una pared que no concede descanso alguno, mateniendo una media de 180 pulsaciones y soportanto temperaturas de hasta 39 grados que lo hicieron realmente sofocante. Pero la sensación agridulce que tenía al terminar se va endulzando cuando la frustración que provoca no tener una forma física mejor, se convierte en un objetivo y un aliciente para seguir mejorando.

(Wikiloc) (Garmin) (Strava)

El ambiente fue inmejorable, contamos con la asistencia de un vehículo de apoyo que llegó a realizar un cambio de cadena y con la colaboración de Marchas Ciclistas, que ya ha publicado un extenso reportaje fotográfico.

Enlaces

Crónica personal de la IV Marcha Cicloturista del Valle de Ayora Cofrentes

Son las 5:40 de la mañana y suena el despertador ¿a alguien le suena? El cuerpo me está pidiendo a gritos que me levante, ha llegado el gran día. Desayuno un vaso de leche con copos de avena, una tostada con merlelada y un zumo de naranja. Sobre las 6:30 estamos en el polideportivo municipal de Ayora, ya hay gente en todas las mesas recogiendo sus dorsales. Mateo (compañero del C.C. Castillo de Ayora) me da el mio, dorsal 73. De regreso a por la bicicleta me cruzo con una gran caravana de vehículos, los pelos como escarpias. De nuevo en el polideportivo Jesús López (compañero del C.C. Alcayna Altorreal) me identifica, hablamos sobre la tragedía de nuestro compañero Javier y me da una fotografía con unas bridas para llevarla durante toda la marcha. Se acerca la hora, bajamos hacia la calle de la Marquesa y nos metemos entre el grueso del pelotón por la calle Santa Bárbara, la imagen habla por si sola.

Como corredor local me ofrecen un puesto en el arco de salida pero llevo mi GoPro en la cabeza y quiero grabar la salida con ciclistas delante. También pienso que los que tengo delante no me tendrán que adelantar. A las 8:09 la organización pide un minuto de silencio que se cumple de forma ejemplar en recuerdo por los ciclistas fallecidos en la carretera, haciendo mención especial en Juan Claramunt Sanchís del C.C. Puçol fallecido el pasado mes de diciembre, y en Antonio Javier García Flores del C.C. Alcayna Altorreal, fallecido sólo 4 días antes de la marcha. Minutos después se inicia la marcha, se palpan los nervios, casi un millar de ciclistas bajan calle abajo con la esperanza de cumplir su propios objetivos, sus metas personales.

A los pocos metros veo a Amparo (mi suegra) con mis hijos Patricia y Guillermo que se han pegado el madrugón para ver a su papi, rejuvenecedor, inolvidable. Hacia la salida del pueblo escucho a algunos compañeros –Ánimo Emiliooo!– Son palabras sinceras que agradezco, pero que traduzco simultaneamente en –Mucha suerte! La vas a necesitar! 😉

Lo que viene a continuación es sólo una jornada más, cada ciclista ha tenido la suya, con sus alegrías y sus desdichas: pájaras, pinchazos, caídas y abandonos. Puedo sentirme afortunado de decir –Misión cumplida!, he tenido el privilegio de participar y completar la Marcha Cicloturista del Valle de Ayora Cofrentes, la Ruta de los Castillos. Estoy satisfecho por haber finalizado (ese era el reto) pero no puedo estarlo enteramente porque de no ser por mis errores, me habría divertido más (que es de lo que se trata). A pesar de haber leído ya suficiente sobre alimentación en el deporte y sobre aquello de encontrar tu propio ritmo, en este deporte como en la vida misma, parece que uno no aprende si no es de sus propios errores.

Primer error: la elección de los nutrientes

El pasado 9 de abril completé el trazado en solitario, me llevó un total de 6:40 min. así que pensé que el día de la marcha podría alimentarme del mismo modo, tirando de barritas, un par de bidones con complementos y de un sorbo de gel si me veía apurado en algún puerto, pero el ritmo en las marchas es siempre superior y la demanda energética también lo es. Tendría que haber llevado un mínimo de dos geles, uno para el puerto intermedio y otro para el final.

Segundo error: no alimentarse con frecuencia

A las 10:23 estaba en el primer avituallamiento, unas 2 horas después de la salida y con una velocidad media de 28km (unos 24 minutos antes que mi última salida en solitario) –fenomenal pensé. Pero había estado tan preocupado de no perder el ritmo de los grupos entre los que me encontraba –y me encontraba tan bien– que sólo le dí un pequeño un bocado a una barrita de 80 gramos a mitad de camino. Y en este primer avituallamiento tan sólo bebí un vaso de cola y otro de sales minerales, estaba sediento y los sólidos no me entraban por los ojos. Repuse mi bidón e intenté rodar junto a Pascual Torrella (un compañero de C.C. Castillo de Ayora) pero me fue imposible, se marchaba a velocidad de crucero tirando de su pelotón mientras yo me descolgaba en un llano con una ligera pendiente —el agotamiento empezaba a ser notable. No sólo no me alimenté de forma adecuada, tampoco supe escuchar a mi cuerpo, porque continué sin alimentarme hasta que apareció el tío del mazo, pero no vino sólo.

El pinchazo

A las 11:27 me detuve en la fuente de Jalance, necesitaba reponer líquidos y estirar las piernas, el cuadriceps de la pierna izquierda me daba calambres cada vez que lo forzaba en alguna pendiente. También necesitaba comer pero debe ser que el cerebro andaba ya falto de exígeno porque no lo hice. Me subí a la bicicleta para continuar, pero heme aquí que noté algo extraño en la rueda delantera…, había pinchado (también físicamente pero no era consciente de ello).

No he sufrido ningún pinchazo en mi corta historia sobre las dos ruedas de carretera, y tenía que estrenarme en un día importante…? Que duro fué escuchar pasar las ruedas de otros ciclistas mientras yo reparaba la mía. Pero no faltaron palabras de ánimo y de gente que me preguntó si necesitaba algo; también mi compañero Jesús López se ofreció a ayudarme cuando me reconoció al pasar, pero quise solucionarlo sólo y le animé a continuar. Pero sobre todo, no olvidaré cuando reanudé la marcha y antes de dar la segunda pedalada una mano amiga me dío un ligero empujón para continuar. Amigo cliclista, si me lees, gracias!

El tío del mazo

Diez minutos se fueron entre los estiramientos y el pinchazo, pero nada comparado con lo que me esperaba poco después. Sobre las 11:53, unos 110 kilómetros y 3:38 horas después de la salida, con menos de 30 gramos de sólido en el cuerpo, 86 kilos de peso, y a punto de coronar la primera parte del puerto entre Jalance y Jarafuel… mi cuerpo dijo basta. No tenía fuerza para dar una sola pedalada más. Baje de la bicicleta y anduve unos 30 pasos con la esperanza de recuperarme.

El que ha sufrido algo así sabe lo que se le pasa a uno por la cabeza, y no hacía ni 15 minutos que había pinchado —abandono, estoy acabado ¿tendré fuerzas para regresar a casa? esto no me lo esperaba–. Hasta pasó Pedro López, un voluntario de Ayora con su coche de apoyo, pero no se me pasó por la cabeza pedirle que me recogiera. No sabía si podría terminar pero a casa sobre las dos ruedas –¿y si uso el gel? No! Lo necesito para subir el ultimo puerto!– Afortunadamente me repuse ligeramente mientras andaba, lo suficiente para coronar y continuar. Y por fin saqué la barrita energética consciente de que había cometido un tremendo error al no alimentarme. Que ignorancia la mía pensar que llevaba combustible para toda la marcha. Continué a ritmo aeróbico hasta el segundo avituallamiento y me condecí el tiempo suficiente (más de 12 minutos) para comer algo de fruta, estirar y valorar mis posibilidades.

Lo que sigue a continuación ya no tiene mayor importancia. La grata sorpresa de ver a gente conocida saltando y gritando para darme ánimos al bajar la cañada de Jarafuel. El silencio de los compañeros cuando iniciabamos el ascenso del último puerto (como corderos al matadero). Y por fin la llegada a la meta, refugiado entre los miembros del Club Mountain Bike RustikBike que encontré al cruzar Teresa de Cofrentes. Que llegaran juntos demuestra que son un grupo unido y con un planteamiento muy acertado. También están ahí mis suegros con mis hijos, llevan dos horas viendo corredores cruzar la meta hasta que por fín llego yo, me siento culpable, que plantón.

Ha sido mi reto personal para este año y está cumplido, pero nada ha salido como esperaba, sobre todo después de la pérdida de Javier tan sólo unos días atrás, algo inesperado que no olvidaré jamás ¡cuantos kilómetros de felicidad te han robado!

Para la organización de la marcha sólo tengo elogios, mis más sinceras felicitaciones en todos los aspectos. Y sobre todo mi más profundo agradecimiento para todos los voluntarios sin cuya colaboración no habria sido posible realizar un evento de estas dimensiones, se nota que todo el valle está volcado con la marcha.

Sobre la cámara on board no negaré que me siento bastante ridículo con ella, además, al acabar tan descolgado no pude grabar nada interesante más allá del primer avituallameinto, pero escribiendo esta crónica me siento afortunado de poder regresar por mis pasos y revivir muchos de esos momentos. A lo largo de esta semana espero tener un video resumen, donde lo más interesante es sin lugar a dudas la salida.